Wednesday, March 2, 2011

Versainograma a Santo Domingo, Abril 1965.-

Perdonen si les digo unas locuras 
en esta dulce tarde de febrero 
y si se va mi corazón cantando 
hacia Santo Domingo, compañeros.
Vamos a recordar lo que ha pasado 
desde que don Cristóbal marinero 
puso los pies y descubrió la isla. 
¡Ay mejor no la hubiera descubierto! 
Porque ha sufrido tanto desde entonces 
que parece que el Diablo y no Jesús 
se entendió con Colón en este aspecto.

Estos conquistadores españoles 
que llegaron de España con lo puesto 
buscaban oro, y lo buscaban tanto, 
como si les sirviese de alimento.

Enarbolando a Cristo con su cruz 
los garrotazos fueron argumentos 
tan poderosos que los indios vivos 
se convirtieron en cristianos muertos.

Aunque hace siglos de esta historia amarga 
por amarga y por vieja se la cuento 
porque las cosas no se aclaran nunca 
con el olvido ni con el silencio.

Y hay tanta iniquidad sin comentario 
en la América hirsuta que nos dieron 
que si hasta los poetas nos callamos 
no hablan los otros porque tienen miedo.

Ya se sabe que un día declaramos
la independencia azul de nuestros pueblos
uva por uva América Latina
se desgranó como un racimo negro
de nacionalidades diminutas
con mucha facha y con poco dinero.

(Andamos con orgullo y sin zapatos 
y nos creemos todos caballeros.)

Cuando tuvimos pantalones largos 
nos escogimos pésimos gobiernos 
(rivalizamos mucho en este asunto: 
Santo Domingo se sacó los premios).

Tuvo de presidentes singulares 
déspotas sanos, déspotas enfermos, 
tiranos tontos y tiranos ricos, 
mandones locos y mandones viejos.

En esta variedad un tanto triste 
tuvieron a Trujillo sempiterno 
que gracias a un balazo se enfermó 
después de cuarenta años de gobierno.

Podríamos decir de este Trujillo 
(a juzgar por las cosas que sabemos) 
que fue el hombre más malo de este mundo 
(si no existiese Johnson, por supuesto).

(Se sabrá quién ha sido más malvado 
cuando los dos estén en el infierno.)

Cuando murió Trujillo respiró 
aquella pobre patria de tormentos 
y en un escalofrío de esperanzas 
subió la luna sobre el sufrimiento.

Corre por los caminos la noticia, 
Santo Domingo sale del infierno,
por fin elige un presidente puro:
es Juan Bosch que regresa del destierro.

Pero no les conviene un hombre honrado 
a los gorilas ni a los usureros. 
Decretaron un golpe en Nueva York: 
lo echan abajo con cualquier pretexto, 
lo destierran con su Constitución, 
instalan a cualquier sepulturero 
en el trono del mando y del castigo. 
Y los verdugos vuelven a sus puestos.

“La democracia representativa 
ha sido restaurada en ese pueblo” 
dijo El Mercurio en un editorial escrito 
en la embajada que sabemos.

Pero esta vez las cosas no marcharon. 
De un modo inesperado aunque severo 
a norteamericanos y gorilas 
les salieron tornillos en el queso. 
Y con voz de fusiles en la calle 
salió a cantar el corazón del pueblo.

Santo Domingo con su pueblo armado 
borró la imposición de los violentos: 
tomó ciudades, campos, y en el puente,
con el pecho desnudo y descubierto, 
aplastó tanques, desafió cañones.

Y corría impetuoso como el viento 
hacia la libertad y la victoria, 
cuando el texano Johnson, el funesto, 
con la sangre de muchos en las manos, 
hizo desembarcar sus marineros.

Cuarenta y cinco mil hijos de perra 
bajaron con sus armas y sus cuentos, 
con ametralladoras y napalm, 
con objetivos claros y concretos: 
“poner en libertad a los ladrones! 
y a los demás hay que meterlos presos!”.

Y allí están disparando cada día 
contra dominicanos indefensos.

Como en Vietnam, el asesino es fuerte, 
pero a la larga vencerán los pueblos.

La moraleja de este cuento amargo 
se la voy a decir en un momento 
(no se lo vayan a contar a nadie: 
soy pacifista por fuera y por dentro!):
Ahí va:
Me gusta en Nueva York el yanqui vivo 
y sus lindas muchachas, por supuesto, 
pero en Santo Domingo y en Vietnam 
prefiero norteamericanos muertos

Pablo Neruda


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