Sunday, December 18, 2011

Ítaca

Constantino Kavafis foto cortesia de google

                                             

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

Mulata, poema de Nicolás Guillén

Nicolas Guillen foto cortesia de Cubafiesta.net     

Ya yo me enteré, mulata,
mulata, ya sé que dise
que yo tengo la narise
como nudo de cobbata.

Y fíjate bien que tú
no ere tan adelantá,
poqque tu boca é bien grande,
y tu pasa, colorá.

Tanto tren con tu cueppo,
tanto tren;
tanto tren con tu boca,
tanto tren;
tanto tren con tu sojo,
tanto tren.

Si tú supiera, mulata,
la veddá;
¡que yo con mi negra tengo,
y no te quiero pa na!

Tuesday, December 6, 2011

Fábula del hombre muerto


José Alejandro Peña



Un ángel y la luz borran la vida.

Debajo de las escaleras y por encima del cielo

todo marcha sin tiempo hacia un presentimiento

espeluznante de guitarra indecisa.

Hay una fábula en cada gota de lluvia suspendida

Una mitad del mundo se hunde en la mitad de un minuto.

una mirada se une a la mirada que la mira

como una voz que se repite al escucharse.

Son demasiado puros los destinos del hombre

que se busca en los lugares de los que  ya ha partido.


  (poema inédito)



Sunday, December 4, 2011

Freddy Gatón Arce: de la Palabra a la Frase.

Leopoldo Minaya
   Refería Coleridge que, a diferencia de la prosa, constituida por palabras en un orden indeterminado, la poesía se constituye de las mejores palabras en el mejor de los órdenes. Esta acotación inicial resulta insustituible al momento de introducir cualquier aproximación a la poesía de Freddy Gatón Arce, escritor exigentísimo en la utilización cuidadosa de palabras y frases, imágenes y efectos; en fin, de todo cuanto tiene que ver con la depurada enunciación del discurso poético.

   La poesía es un arte en el que cada palabra debe ocupar su lugar indispensable. Si nos atreviéramos a elaborar un postulado en torno a este hecho, nos veríamos forzados a decir: “Para cada poema desplegado en el tiempo existe un orden en la colocación de sus elementos, y sólo uno”. No hay forma posible de subvertir ese orden sin que nos tropecemos con la realidad de que la estructura –el poema- se ha convertido en otra distinta de la primera. Pero no vayamos demasiado lejos en estas consideraciones. Baste señalar el hermetismo de un arte que -paradoja singular de los designios- es a la vez el único que nos puede regalar la absoluta libertad expresiva; y baste señalar también la singularidad de cada palabra una vez dejada caer en su posición, desde donde irradiará toda suerte de influjos sobre las palabras circundantes y sobre el poema como obra total. En una idea: el poema es un Todo que no puede prescindir de ninguna de sus partes.

   No resulta difícil detectar, aun para el lector menos avezado en el arte de la poesía, el tratamiento de “gemas” que Freddy Gatón Arce dispensa a las palabras. En sus manos de artista no son otra cosa. No seamos tontos: lo sabe y las exhibe, y con sobrada razón, porque el acto de exhibición es connatural a las gemas. A manera de ejemplo pudiéramos seleccionar cualquiera de sus textos -libro o poema- y obtendríamos el mismo resultado; seleccionemos, por tanto, al azar, o bien “a suerte y verdad”, el poema Trece veces el Sur. En el fragmento uno se lee:

              Geománticos y políticos calculan trazos…

En el fragmento tres:

   …una fuerza que de la profundidad de la tierra/ sube, esplendece y se comba en azul postrero.

En el cinco:

           Oh soledades, secón de pobres y desventurados.

Y en el ocho:

        Volcado el firmamento, y planetas, satélites, limbos,/ semejan una sola girándula.

   Pero tampoco vayamos a equivocarnos. Esta exhibición de riqueza expresiva  no es nunca materia de ostentación o de simple afectación, que con tales recursos ningún autor podría convencer a nadie; no es asunto de acumulación mecánica y artificiosa de palabras altisonantes colocadas adrede para que nada signifiquen; muy por el contrario, se trata de la manifestación natural de una voz que, producto de su poderoso caudal, desemboca en una personalísima y arrolladora forma de expresión, totalizante e individualizante a la vez (filo de la paradoja), y que al dejar la huella de su marca selecciona con igual naturalidad los materiales que mejor se allegan al tono y al objeto de su canto.

   …Como si también en la estética operara un proceso de selección natural en la que los elementos en sus diferentes especies lucharan entre sí por la pervivencia en un mundo suprasensorio, y acaso constituyan el arrebato del artista. La voz del poeta cabal, en un proceso semiconsciente, sólo permitirá que los más calificados elementos retóricos conformen la estructura final de su poema. Este es el caso de Freddy Gatón, prototipo del poeta cabal, aquel que crea su orbe y lo evoluciona… de la misma manera natural en que, por vía de sacudimientos telúricos, transformaciones, cataclismos, continuo movimiento y erupciones, ha ido delineando el Globo su fisonomía particular. Que valga también esta nueva extrapolación.

   Ahora bien, la conexión entre palabra y palabra para formar la frase y el ulterior entramado general del texto poético deviene como resultado de la fuerza cohesiva del ritmo particular que gobierna cada uno de los compases del lirismo gatoniano. Partiendo del coro surrealista inicial, el ritmo se va depurando hasta transformarse significativamente  en un texto de intencional propensión arcaica, con aliento de lo eterno, como es “Son Guerras y Amores”:

…y así murió una niña
De señas, familiares y vecinos ignorados, y habiendo
Que llamarla de algún modo para cumplir con los papeles
De defunción y no tener huesa della, le pusieron
María Mundo, virgen y símbolo de orfandad y fosa común.

…Y dar un vuelco enceguecedor en las aguas de “El Poniente” (cito de memoria, pues no tengo conmigo el texto):

   La noche, su infinito muro azul
descendiendo sobre la tierra
anuncia el esplendor de las estrellas,
y tú amas
y eres amada;
tú amas, viento o mujer de zumbante pelo,
tú amas,
Oh, muchacha de ígnea condición como la mía!

   Lirismo distintivo;  dijimos: particular, y tanto, que no veo otra figura de la lírica vernácula o universal que haya jamás repetido semejantes acordes.
©Leopoldo Minaya                                               

Friday, December 2, 2011

Sobre el arte de un escritor, Eduardo Galeano


Eduardo Galeano
El mío ha sido un largo camino hacia el desnudamiento de la palabra: desde las primeras tentativas de escribir, cuando era jovencito en una prosa abigarrada, llena de palabras que hoy me dan vergüenza, hasta llegar a un lenguaje que yo quisiera que fuera cada vez más claro, sencillo, y por lo tanto más complejo, porque la sencillez es la hija de una complejidad de creación que no se nota ni tiene que notarse. Uno siente primero que el trabajo intelectual consiste en hacer complejo lo simple, y después uno descubre que el trabajo intelectual consiste en hacer simple lo complejo. Y un caso de simplificación no es una tarea de embobamiento, no se trata de simplificar para rebajar de nivel intelectual, ni para negar la complejidad de la vida y de la literatura como expresión de la vida. Por el contrario, se trata de lograr un lenguaje que sea capaz de transmitir electricidad de vida suprimiendo todo lo que no sea digno de existencia.
Para mí siempre ha sido fundamental la lección del maestro Juan Carlos Onetti, un gran escritor uruguayo muerto hace poco, que me guió los primeros pasos.
Siempre me decía: "Vos acordate aquello que decían los chinos (yo creo que los chinos no decían eso, pero el viejo se lo había inventado para darle prestigio a lo que decía); las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio". Entonces cuando escribo me voy preguntando: ¿estas palabras son mejores que el silencio?, ¿merecen existir realmente?
Hago una versión, dos o tres, quince, veinte versiones, cada vez más cortas, más apretadas: edición corregida y disminuida.
Inflación palabraria El problema de la inflación monetaria en América Latina es muy grave, pero la inflación palabraria es tan grave como la monetaria o peor; hay un exceso de circulante atroz. Algunos países han tenido éxito en la lucha contra la inflación monetaria pero la inflación palabraria sigue ahí, tan campante. Lo que me gustaría, modestamente, es ayudar un poquito a esa lucha contra la inflación palabraria. O sea, poder ir desnudando el lenguaje. Es el resultado de un gran esfuerzo, y no concluido, porque nace cada vez: a mí me cuesta escribir ahora tanto como cuando tenía 15 ó 16 años y lloraba ante la hoja de papel en blanco porque no podía.

¿Función social?

La literatura tiene siempre una función, aunque no sepa que la tiene, y aunque no quiera tenerla. A mí me hacen gracia los escritores que dicen que la literatura no tiene ninguna función social. A partir del momento que alguien escribe y publica está realizando una función social, porque se publica para otros. Si no, es bastante simple: yo escribo en un sobre y lo mando a mi propia casa, pongo "Cartas de amor a mí mismo" y me emociono al recibirlas. Pero es un círculo masturbatorio (no quiero hablar mal de la masturbación, tiene sus ventajas, pero el amor es mejor porque se conoce gente, como decía el viejo chiste).
Es imposible imaginar una literatura que no cumpla una función social. A veces la cumple, y es jodido, en un sentido adormecedor, a veces es una literatura del fatalismo, de la resignación, que te invita a aceptar la realidad en lugar de cambiarla, pero a veces es una literatura reveladora, reveladora de las mil y una caras escondidas de una realidad que es siempre más deslumbrante de lo que uno suponía. Por otro lado me parece que lo de la literatura social es una redundancia porque toda literatura es social. Muchas veces una buena novela de amor es más reveladora y ayuda más a la gente a saber quién es, de dónde viene y a dónde puede llegar, que una mala novela de huelgas. No comparto el criterio de una literatura política que además, en general, es aburridísima.
 Foto cortesia last.fm y texto de www.ciudadseva.com

Ovalinne: su nombre me lo dictó un ángel

Llevaba unos dos meses de embarazada, cuando una noche tuve un sueño hermoso. Soné con una mujer preciosa, de pelo negro tan o más negro que una noche sin luna; la piel más blanca que la leche y unos ojos dulces como la miel. Vestía un traje largo, color olas del mar y que se movía al vaivén del viento.  Me dijo: "Mira, estás embarazada de una niña. Su nombre es Ovalinna, que significa que es un ser evolucionado”.
Al despertar, estaba feliz, recordé el sueño y supe que esa era la razón, pues ya tenía un varoncito de 5 años y mi mayor anhelo era tener una hembrita. Mi esposo no tenía predilección con el asunto del sexo. Una tía suya, que lo quería como su madre, ya tenía una lista de nombres para la criatura. Ella quería una niñita, pues no pudo tener hijos y su hermana había tenido, incluyendo al padre de mi niña, sólo varones. Ese día le dije a mi esposo:
—Lo siento, pero no podremos complacer a tu tía con el asunto del nombre de la niña.
—¿Por qué? ¿Y cómo sabes ya que es una niña? —preguntó él. Le conté el sueño:
—Es que mi ángel de la guarda que se me apareció y me dio el nombre. Ya sé que será una hembrita y su nombre será Ovalinna.
Luego lo modifiqué un poquito y cambié la a final por e.
Cuando tenía unos cinco meses de embarazo me hicieron mi primer sonograma y me confirmaron que esperaba ¡una niña!
Fue un embarazo normal. Adquirí unas 50 libras, pues me di a la manía de comer emparedados franceses de una tienda que vende café, emparedados y rosquillas de manteca. Los emparedados los preparan rellenos de jamón, queso y huevos. Me comía entre 3 y 4 de un tirón... Recuerdo un altercado que aconteció con mi hermanita Isabel, que en ese momento contaba con unos 17 años. Mi compañero estaba de viaje y no teníamos carro en la casa. Le pedí a mi hermana que fuera a la tienda a comprarme mis emparedados franceses rellenos de queso, jamón y huevo. Ese pan suavecito, calentito, era un manjar para mis sentidos y para los de Ovalinne, pues se ponía de lo más contenta, lo sabía por las pataditas de confirmación que recibía cuando degustaba yo estos alimentos.

Resulta que mandé a comprar tres croissant, pero Isabel se comió uno sin mi autorización. Yo estaba contando (me imagino que Ovalinne también) con los tres emparedados, y cuando vi que sólo habían dos, me puse furiosa, los tiré al piso, hice una rabieta y terminé llorando como una Magdalena... Al final no me comí los emparedados franceses...
Mi segundo pleito famoso, mientras llevaba a Ovalinne conmigo, fue con la doctora que me atendía. Había tenido a mi primer hijo en mi natal país, República Dominicana y había sido por cesárea.
Me daban los cuidados prenatales en la maternidad de Providence, Rhode Island, donde nacería mi niña. La doctorcita que me atendía quería que yo intentara pujar a mi hija. Llamé a mi doctor en Santo Domingo, un eminente ginecólogo-obstetra y además amigo de la familia, el cual me había asistido cuando nació mi primer hijo y le conté lo que pretendía  la doctorcita  aquí. Él me dijo:
—Esos gringos no saben nada, sólo saben manejar una computadora, no le firmes ningún documento y que te hagan cesárea, ya que tienes la pelvis muy estrecha y tu primer hijo pesó un poco más de 8 libras, tu segundo hijo será más grande y pueden poner en riesgo tu vida y la de tu hija.
Con este mandato me dirigí a la doctorcita y le dije:
—Yo no puedo pujar, mi hija nacerá por cesárea. —Ella empezó a explicarme los riesgos de una cesárea y los beneficios de un parto natural.
—No, mi hija no correrá ningún riesgo, no lo intentaré siquiera. —Ella se alteró, yo también. Al final aceptó mis argumentos y me hicieron firmar toneladas de documentos; no pude evitarlo. Si a la niña o a mí nos ocurría una desgracia yo eximía de toda culpa al hospital y al personal de salud. No sé si fue ella ave de mal agüero, lo cierto es que después de nacer la niña estuve tres días en cuidados intensivos, y por poco muero en el intento.
La doctorcita fijó la fecha de la cesárea ese mismo día, para el 21 de noviembre. Y estábamos apenas a 10, pero a Ovalinne le cogió con querer salir ese día. Me marché a la casa. Pasadas unas dos horas, comencé a sentir un dolorcito, que luego fue creciendo, creciendo y creciendo, hasta el punto de enviarme para la maternidad.
Al llegar al hospital llamaron a la doctorcita. Esta encontró la oportunidad que esperaba para vengarse de mí por el altercado que habíamos tenido en la mañana.
—Oh, fijamos tu cesárea para el 21 esta mañana ¿recuerdas”?
—Sí, pero me están pasando contracciones.
—No es nada, vete a la casa, no tienes centímetros considerables.
Me fui a la casa. Eso se repitió varias veces; mis pies ya conocían el camino al hospital solitos… Durante 11 días estuve padeciendo contracciones, a veces fuertes, pero siempre la misma negativa. Fue un calvario lo que viví hasta que llegó el ansiado día de la cesárea.
Mi esposo le tenía miedo a la sangre, y yo no lo sabía. Había firmado para que él estuviera presente en la cesárea. Ese día me acompañó al hospital junto a mi hermanita Isabel, la misma del pleito por el emparedado francés. Le dije a mi esposo con una voz suavecita y melosa:
—Honey, vendrás a la sala de cirugía conmigo, ¿verdad"? —Él me miró como a un bicho raro y me dijo:
—Yo me desmayo si veo sangre.
—¿Cómo? ¿Qué? Pero, yo creía..., yo pensaba… —balbuceé. Rápidamente Isabel acotó: ——Yo encantada voy contigo hermanita, para mí sería un placer ver nacer a mi sobrinita, ah, y no le tengo miedo a la sangre. —Triste suspiré.
—Habla con los médicos para ver si te pueden dejar entrar a ti.
Los médicos dijeron que no había ningún problema. Le buscaron un traje especial, guantes, máscara y gorro para cubrirse el pelo. Recuerdo a un doctor oriental sentado a mi derecha e Isabel a mi izquierda. El oriental era el anestesiólogo, y empezó a explicarme el procedimiento a seguir, lo que sentiría, etc. Me durmieron de la cintura hasta los pies; estaba medio despierta, y el oriental me hacía preguntas que apenas podía responder. Estaba medio dormida cuando Isabel exclamó:
—¡Ya la van a sacar! —Haciendo caso omiso de las instrucciones, se paró de la banqueta donde le habían indicado debía permanecer sentada. Se acercó para ver cómo sacaban a la Ovalinne del escondite donde había permanecido durante 9 largos meses y 11 dolorosos días  para mí.
Al sacar a la niña, Isabel estaba tan emocionada que siguió a los médicos hasta un lugar en la misma habitación, donde se la entregaron a otro médico, el pediatra y este le dio una nalgada a la niña. Ella no gritaba. Repitieron el procedimiento y Ovalinne gritó con todas sus fuerzas esta palabra mágica:
—¡Mamaaaaaaaaa!
Los médicos, asombrados, empezaron a hablar unos con otros.
—¿Escucharon eso? La niña dijo Mamaaaaaaaa.
Esa frase murió en mi memoria; durante mucho tiempo pensé lo había soñado.  Cuando la niña tenía dos meses nos mudamos de Providence para New York y la distancia y el tiempo me separaron de mi hermana, hasta hace un par de años cuando Isabel vino a acompañarnos en una cena de Acción de Gracias. Ovalinne tenía unos 14 años y ella le comentó:
—Muchachita habladora.
Ovalinne se ha caracterizado por hablar poco.
—¿Por qué dices eso? —pregunté a mi hermana y me dijo:
—¿No recuerdas que Ovalinne habló el día que nació?
—¿Cómo así? —me sorprendí.
—Ella te llamó, cuando le dieron la segunda nalgada, pues a la primera no gritó, y cuando le dieron la otra nalgada ella gritó: “Mamaaaaaaaaa”.
—¡Yo pensaba que había sido un sueño!
No, fue cierto, ocurrió, yo soy testigo de que esta niña habló al nacer.
Ovalinne cumplirá el próximo 21 de noviembre sus 16 abriles. Es una personita muy especial de quien me siento muy orgullosa. Ella es amada por todo aquel que la conoce; es una niña extremadamente sensible, dulce, cariñosa con los niños y los animales, a quienes ama de una forma avasalladora. Definitivamente ¡Ovalinne es un ser evolucionado!

Thursday, December 1, 2011

Tierra fértil



Mi hombre es sublime
De ideas grandes y brazos firmes
De tierra de surcos,
De buena estirpe

Mi hombre es guerrero,  raza  valiente
Mi hombre es ámbar de roca firme
Mi hombre es sexo de gran deleite

Mi hombre es de ensueños
Mi hombre es pensamiento justo
Mi hombre es verso, poesía veraz

Mi hombre  tierra fecunda
De  agua dulce donde los peces
Viven sin miedo de morir verde

Mi hombre  piel de horizonte que diseña  el día
Mi hombre  dedos de dioses,  creadores de vida
Mi hombre de lengua suave, palabras  blancas

Mi hombre  es un niño al nacer el día
Mi hombre es sol, mi hombre  es Luna
Mi hombre es negro, mi hombre es fértil como la  tierra…

La mujer desnuda: El poema desnudo, por Odalís G. Pérez

Odalís G. Pérez El poema desnudo tiene su origen en la palabra desnuda y en el cuerpo verbal desnudo, acentuado en el lirismo que d...