
Daba la impresión de que esas libras no le importaban en absoluto. Como venía de la izquierda, su manera de hablar estaba marcada por ese estilo revolucionario que a mí, recién llegada de El Seibo, me había enamorado de la UASD. Así que Lourdes siempre me llamaba compañera, un calificativo que yo también asumí para ella y con el cual nos seguimos tratando 27 años después de que comenzara nuestra amistad en un aula llena de soñadores.Cuando estando en la oficina oigo del otro lado del teléfono que alguien dice “compañera”, sé que se trata de la amiga junto a la cual he pasado más pruebas en mi vida. Una especie de hermana que llegó en envoltura de lujo, con aroma de perfume caro y sonrisa que aflora aún entre las lágrimas.Cuando me anunció que su primer hijo venía al mundo, todavía andábamos con los cuadernos y los libros debajo del brazo, pero lo celebramos venciendo el miedo. Y yo me convertí en la madrina de aquel niño que fue por primera vez al cine, cuando tenía menos de dos meses de nacido, metido en una bolsa canguro que su mamá y yo cargábamos por turnos. Ese bebé fue el bien más preciado que ella se llevó al marchar hacia el exilio económico poco después de que fuera también madrina para mí, cuando, a contrapelo de todas las veces que ambas proclamamos que nunca nos casaríamos, yo claudiqué.
En esa época, pese a que aún no había correos electrónicos ni servicio de larga distancia casi gratuito, como ahora, seguimos siendo amigas aunque pasaran meses sin saber una de la otra. Su llamada por mi cumpleaños llegaba sin fallar y a ella la mía, excepto una vez que aún me echa en cara.Cuando nos juntábamos los temas no se agotaban. Había que contarse la vida entera. Acontecimientos de años. Ella se casó más de una vez, llegaron dos princesas a la casa, y aunque las obras literarias seguían durmiendo en la cabecera de su cama, el sustento le llegó por otro lado, por los números. No tenía idea de lo hábil que era para los negocios hasta que la vi trabajando. Una mezcla rara, me dije: una poeta que sabe sumar.
Lo mejor fue que los números no lograron acallar los gritos de inspiración que siguieron naciendo en su mente creadora. Continuó escribiendo y cuando el año pasado preparó, con lujo de detalles, la puesta en circulación en Nueva York de mi libro “Cosas de Duendes”, su propia obra poética ya era un embrión.Hoy ese libro, parido por una mujer particular, diferente, fiel a sí misma, será puesto en circulación en el marco de la XV Feria Internacional del Libro.
Lourdes es una de las escritoras de la diáspora invitada este año.Hoy, a las cuatro de la tarde, en el Museo de Arte Moderno, si Dios lo permite, estaré junto a la compañera que caminó a mi lado en la locura de la juventud y que, pese a los años, no me ha soltado la mano. Su obra se llama “En la soledad de mi cama”, un título que surgió durante una de esas largas conversaciones nuestras que a veces interrumpe mi hijo Jorgito para rogarme que le diga adiós a Lourdes y nos vayamos a dormir.
La Vida 27 Abril 2012
Alicia Estevez
periodista y directora del www.listindiario.com
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